lunes, 30 de junio de 2008

LA SABIDURÍA ES DE DIOS - MANUEL J. FERNÁNDEZ.

LA SABIDURIA ES DE DIOS
(tomado de Sabiduría del corazón, Manuel J. Fernández)

La sabiduría es DIOS. Dios es la plenitud de la sabiduría.
La sabiduría del corazón es DIOS. Gustar y saborear a Dios con el corazón. Saborear a Dios en mí y en todo. Dios es la realidad más profunda de nuestro ser y de toda la creación.
Todo tiene un "fuera" y un "dentro". Un corazón sabio percibe el "fuera" de todo y penetra hasta el "dentro" de todo, donde descubre el misterio de Dios. Un corazón sabio es contemplativo porque percibe, descubre y ama a Dios en todo y a todo en Dios.
Sabiduría del corazón, pues, no es un conocimiento intelectual, científico y reflexivo sobre Dios. No es un saber sacado de los libros y de nuestras ideas y conceptos sobre Dios.
"No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el gustar de las cosas internamente" nos dice San Ignacio al comienzo de su experiencia de Ejercicios Espirituales. A Dios se le descubre con el saber del corazón que conoce desde la experiencia, desde el amor, desde la pobreza y la humildad. A Dios se le conoce sólo desde el corazón iluminado por el Espíritu de Dios.
La verdadera Sabiduría del corazón es el conocimiento y experiencia vital de Dios. Nuestro corazón, que está sediento y perdido muchas veces buscando en que llenarse, con que saciar su infinita sed, sólo en Dios puede encontrar la respuesta. Sólo Dios puede saciar nuestra sed de él. Sólo el amor infinito puede calmar nuestra sed de infinito amor.
Nuestro corazón esta creado a la medida de Dios. El corazón sabio es el que busca a Dios, el que encuentra a Dios, el que ama a Dios, el que abre totalmente sus puertas a Dios y se deja llenar de él.
El corazón sabio es el que descubre el secreto último de su vida, el que descubre el sentido definitivo de la existencia, el que encuentra a Dios como único sentido pleno de la vida y de la muerte, del dolor y de la alegría, del cielo y de la tierra.
El corazón sabio descubre el reino de Dios presente en la tierra: Jesús, que nos reúne y nos llama a vivir una nueva fraternidad desde su Espíritu con nosotros.
Así nos ha creado Dios. Con un corazón tan grande que pueda ser su morada. " Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23) Así en esa profundidad de cada hombre, Dios habita y lo llena de su Espíritu, de tal forma que juntos, en comunión de un mismo Espíritu, podamos hacer presente el reino de Dios.
Dios en nuestro corazón; Dios en el corazón de cada criatura, Dios en el corazón de cada hombre. Ése es el misterio de la realidad que Jesús nos revela y nos llama a descubrir, vivir y extender: el reino de Dios en el corazón de cada hombre, el reino de Dios en la fraternidad universal de todos los hombres.
Así, esta sabiduría del corazón nos lleva a ser contemplativos en la vida, en la acción, en la convivencia, en todo... Ahí es donde se vive, se experimenta, y se hace realidad nuestra dimensión contemplativa.
Nunca será posible ser contemplativos en la oración si no se es en la acción, ni tampoco será uno contemplativo en la vida si no lo es en la oración. el hombre, todo entero y en todas partes, es el que se ha dejado transformar por Dios y se ha dejado modelar por él, por la sabiduría de su Espíritu. Es Dios el que ha transformado nuestro corazón de piedra en uno de carne, a la medida del mismo amor de Jesús: humano y divino.
El hombre vive perdido y solo.
El hombre vive encerrado en su pequeño mundo, entre angustias e ilusiones. El hombre vive inseguro y con miedo cuando permanece solo y dolorido por las heridas de la vida.
El hombre vive sin sentido, sin rumbo fijo, sin camino, entretenido por sus sueños, cuando está cerrado y ciego a un horizonte infinito.
El hombre vive solo, en una soledad muerta, sin vida, sin amor, sin jugo en su corazón.
El hombre vive perdido y solo...
"Perder su corazón y no intentar encontrarlo, ¡qué desdicha! Uno pierde una gallina o un perro y sale a buscarlo. Sin embargo, uno pierde su corazón y no lo busca. El camino de la sabiduría consiste en buscar el propio corazón perdido, no hay otro"
Un gran paso de crecimiento es encontrarse con Dios. Descubrir que nuestra vida tiene sentido cuando se abre una dimensión total e infinita, eterna y definitiva en el encuentro con Dios. Saber que nuestra vida no acaba en los estrechos parámetros de nuestra pequeñez y limitación, en nuestros pequeños espacios y en el ritmo rápido de nuestro reloj.
Nuestra vida tiene otro espacio y otro tiempo, tiene otra solidez y profundidad, tiene otro horizonte y amplitud: Dios. El espacio y el tiempo de Dios, el horizonte y la infinitud de Dios, la plenitud y la eternidad de Dios.
No es poco, pues, sino un elevado grado de maduración encontrarse con Dios, descubrir en medio de nuestra vida la vida de Dios, en medio de la superficialidad de nuestra vida la hondura de Dios, descubrir en la estrechez de nuestras prisas la eternidad de Dios... Sin duda es una gran sabiduría descubrir que existe una plenitud, Dios, en la misma realidad de nuestra pequeña vida cotidiana.
Pero hay algo más. Ese Dios es amor. Dios es nuestro creador y Señor, nuestro Padre y protector. Dios no está lejano y distante, frío e indiferente ante tú y yo.
Un grado mayor de nuestra relación con Dios es saberse amado por él, descubrir que Dios no es indiferente ante cada uno de nosotros, sino que me envuelve con su amor y misericordia. Puedo sentirme amado, aceptado, cuidado y protegido siempre por Dios-Padre, puedo saber siempre en manos de Dios.
Pero hay más. Puede haber más entre tú y Dios. Puede haber una amistad. Sí, una profunda amistad. Dios nos invita al dialogo y a la intimidad. "A vosotros los he llamado amigos, porque todo lo que he oido a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15,15b), les decía Jesús a sus discípulos en ese momento de testamento, despedida y sacrificio, de confidencia íntima en las horas supremas de dolor y amor.
Sí, somos amigos de Dios, porque nos abre su corazón e intimidad, porque nos abre los secretos de su amor y nos da de gustar la sabiduría de su Espíritu. Jesús nos abre las puertas al misterio de la sabiduría de Dios.
Ante esta iniciativa no caben discursos, ni reflexiones, ni explicaciones lógicas, ni programas de conquistas... Solo cabe el asombro cuando se ha sentido en el corazón. Sólo cabe el estremecimiento y la gratitud. Sólo caben lagrimas de gozo y desconcierto. Sólo cabe abrir nuestro corazón, humildemente agradecido, para que el señor entre cuando quiera y como quiera...Sólo cabe un "Sí, gracias Señor".
"Mira que estoy a la puerta y llamo" Escúchalo, una y otra vez... Deja que esas palabras calen esas palabras de Dios en el "hondón" de tu alma. Deja que tu corazón se contagie de la sabiduría de Dios. Deja que el fuego de su Espíritu encienda tu corazón con su amor. Porque sólo así podremos lanzarnos a la suprema aventura de nuestra vida: abrir las puertas de nuestro corazón a Dios.
"Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". Ahí esta el secreto y la sabiduría de nuestro corazón. Abrirle las puertas a Dios. Dios nos busca y nos invita a vivir en amistad con él. Dios quiere hospedarse en nuestra casa, sentarse a nuestro lado y compartir nuestra cena nuestra vida.
María oyó esta invitación de Dios a ser un hogar para su Hijo Jesús. Su sí total y definitivo hizo posible la encarnación de Dios, la presencia de Jesús en nuestra tierra. Su sí total y pleno hizo posible la presencia del reino de Dios entre los hombres y el nacimiento de una nueva fraternidad universal con el mismo Espíritu de Jesús.La mayor aventura de nuestra vida es responder a la invitación de Dios, como María, con un sí total y definitivo a la amistad que nos brinda: hacer nuestra vida un camino de crecimiento y maduración en nuestra amistad con Dios.

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

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